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La Vieja Europa ante la encrucijada: derechos humanos versus islamización

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La escalada de la violencia de género en los entornos del ultrafundamentalismo islámico bajo la excusa de “salvaguarda” de la moral, que no cabe designar sino como terrorismo religioso, alcanzaba el pasado 7 de junio el alarmante récord de ocupar una página entera del diario español El País con estas dos noticias:

Asesinada a tiros mientras dormía la directora de una radio de Afganistán”.

Los islamistas amenazan con matar a las periodistas de la televisión palestina”.

La barbarie, como rutina informativa manifestada en titulares de prensa. El “delito” venía a ser el mismo en ambos casos: ser mujeres emancipadas –para colmo, periodistas–, y ejercer su derecho a serlo.

Zakia Raki, directora de la emisora de radio afgana Radio Paz, de 35 años, fue asesinada a tiros por tres pistoleros que irrumpieron en su casa de la localidad de Jabalsaraj, a 70 kilómetros al norte de Kabul, mientras dormía con su hijo de 20 meses. Al “pecado” de dirigir la única emisora de radio independiente de la provincia cuyos programas estaban dedicados principalmente a los derechos humanos, la educación y la emancipación de las mujeres, añadía el de ser también directora de una escuela.

El otro episodio de la siniestra escalada de la islamización en su vertiente más despiadada y sangrienta pone en el punto de mira a las presentadoras de la televisión pública palestina por cometer el “pecado” de maquillarse y vestirse con normalidad. No cubrirse la cabeza es “actuar sin vergüenza ni moral”. Ay, Señor Alá/Yavé/Dios.

Por más que se quiera recordar desde los entornos del diálogo interreligioso, las raíces comunes de las tres grandes religiones abrahámicas parecen ser hoy día menos comunes -y acaso menos “raíces” también- en el tema clave de la situación de la mujer en la comunidad religiosa y en la sociedad.

¿”Tenemos ya la ‘sharía’?” (1), titulaba recientemente el semanario alemán Der Spiegel, modelo de periodismo serio y riguroso, un informe de doce páginas sobre la penetración del Islam en la estructura de la sociedad alemana a raíz del escándalo judicial protagonizado por la inopinada sentencia absolutoria del maltrato de un ciudadano marroquí contra su mujer, de origen germano-marroquí. Confeso de haberla golpeado y de volver a hacerlo hasta la muerte en caso de “necesidad”, la jueza de Francfort Christa Datz-Winter antepuso el temible pasaje de la sura 4:34 del Corán, que sostiene que las mujeres son inferiores a los hombres, y deben ser gobernadas por éstos, incluso pegándoles (2), a la Ley Fundamental alemana que consagra el derecho a la igualdad y condena toda violencia.

El christa/datz/winterazo de la justicia alemana sacudió las conciencias de un país con 3,5 millones de musulmanes sobre una población de de 83 millones de habitantes. Los problemas de integración de este grupo social son aquí y ahora el principal tema de debate en la sociedad alemana. El Islam ha ido penetrando las instituciones, fundamentalmente la judicial, para exigir en la Vieja Europa lo que en los países musulmanes, sensu contrario, está absolutamente descartado y prohibido con decretos: la reciprocidad de trato en materia de aplicación de la libertad religiosa. La realidad de los Estados Europeos, que los alemanes empiezan a denominar con mofa Absurdistán, es que en Berlín, París, Londres, Roma o Madrid, un musulmán goza de plena libertad, mientras que un europeo en Maruecos, Argelia, la propia Turquía que aspira a ser europea y demás países, es puro papel mojado.

La “batalla de las campanas”, por ejemplo. En Alemania, la batalla judicial de los islamistas está ahora mismo en reivindicar el derecho a la llamada a la oración de los minaretes de las mezquitas… varias veces al día, la primera al alba, las seis de la mañana en la temporada de verano en Europa. Entre un toque de campana y una encendida llamada en árabe, ya me dirán… Apelan a la libertad religiosa que permite a las iglesias cristianas tener campanarios exigiendo el mismo trato (y olvidando que en los países del Islam la libertad religiosa es un concepto diametralmente distinto que se aplica exclusivamente al Islam.

Los conflictos de la cerrazón de la inmigración musulmana –salvo honrosas excepciones, como la de la familia argelino-marroquí Dati en París, por ejemplo, una de cuyos diez hijos es la flamante ministra de Justicia Rachida Dati, “la pequeña Sarkozy”–, no vienen a ser sino la excepción de de la regla a una situación tremendamente problemática que impide que las niñas musulmanas acudan a clase de natación o las mujeres puedan ser auscultadas por médicos.

“La libertad religiosa es una ley fundamental más, no una ley fundamental ‘de luxe’”, declara el juez del Tribunal Constitucional alemán Udo Di Fabio a propósito de la tolerancia de la justicia y los límites de la ley fundamental. El pulso del fundamentalismo islámico a las instituciones de la Vieja Europa está echado, en un escenario en el que la sombra de la amenaza terrorista no está ausente.

A saber lo que será la situación en Alemania en el año 2030, en que la actual población musulmana –3,5 millones sobre un total de 82 millones– alcance el 10% de la población total –7 millones en una población de 70 millones de habitantes–. Por lo pronto se sabe que sólo una de tres escolares turcas lleva el velo, y que una de cada dos que lo llevan se atrevió a declarar ser infeliz por la obligación de llevarlo. Emancipado de la religión, el pueblo llano alimenta la esperanza. Aleluya.

La celebración en 2008 del 60 Aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) tendría que ser sobre el papel ocasión inapelable para exigir al mundo musulmán la estricta aplicación de los Derechos Humanos. Eso eliminaría de un plumazo las trabas a la emancipación de la mujer, pondría fin a la persecución del cristianismo, rehabilitaría las voces laicas y favorecería el estado normal de toda relación multilateral que consiste en no imponer tus normas en territorio ajeno y no encarcelar al otro por practicar su fe en tu país. Ni fieles ni infieles; todos ciudadanos.

Notas

(1) “¿Haben wir schon die Sharia”, Der Spiegel, 13/2007.

(2) Los hombres son responsables del cuidado de las mujeres en virtud de lo que Alá les ha concedido en mayor abundancia a ellos que a ellas, y de lo que ellos gastan de sus bienes. Y las mujeres virtuosas son las verdaderamente devotas, que guardan la intimidad que Alá ha ordenado que se guarde.

Pero a aquellas cuya animadversión temáis, amonestadlas [primero]; luego dejadlas solas en el lecho; luego pegadles pero si entonces os obedecen, no tratéis de hacerles daño. ¡Ciertamente, Alá es en verdad excelso y grande! Corán, sura 4:34

Manuel López es colaborador de la Agencia Latinoamericana Y Caribeña de Comunicación.