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Jóvenes mártires de ayer y de hoy

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El sábado pasado, nueve de septiembre, entre las habituales esquelas de El Mundo, una me sorprendió de manera impresionante. El motivo y la manera cómo estaba redactada, haciendo memoria histórica hace setenta años, me parece un relato aplicable a situaciones actuales.', '
El texto decía: Alfonso Tolivar Secades de 19 años, estudiante de Derecho, Francisco Tolivar Secades de 21 años, estudiante de Medicina, asesinados por milicianos del Frente Popular el 9 de septiembre de 1936, en la cuneta de la carretera de El Pardo (km. 10), después de haber sido torturados durante doce días en la cheka de la calle San Bernardo nº 72 (Madrid), controlada por el Partido Comunista. Su hermana y familiares rinden homenaje a su memoria y ruegan una oración por sus almas. Y por la de sus verdugos.

El heroísmo de estos jóvenes mártires se vive hoy también en algunos lugares del mundo donde los ciudadanos no gozan de libertad ideológica y religiosa. En nuestro país felizmente nada nos hace pensar en volver a aquella crueldad. Pero también hoy la opción vital de muchos jóvenes, como Alfonso y Francisco, es igualmente heroica. Me refiero al testimonio de aquellos que, en las circunstancias actuales, saben que reman contra corriente, que son ridiculizados, vejados, discriminados, víctimas de las burlas y del desprecio de algunas instituciones y de los milicianos de las nuevas chekas, atrincheradas en medios de comunicación, sindicatos, agrupaciones de artistas y partidos políticos.

Algunos nos recuerdan cada día la tentación de crear una España sólo a semejanza y gusto de ZP, su partido y sus amigos. A la vista de lo que produce la dictadura cultural y mediática dominante, sería una España sectaria, laicista, excluyente, envenenada por los prejuicios, el odio y la saña contra aquellos que osan defender ideales que contradicen los suyos. Esa España no es viable ni sostenible, está condenada al fracaso, porque deja fuera a otra España abierta, tolerante, plural, creyente, incluyente, respetuosa de las raíces culturales, éticas y religiosas sobre las que ha crecido nuestro mejor legado histórico.

Existen muchos jóvenes comprometidos en la creación de ese ideal de convivencia y de vida como seguramente lo deseaban aquellos estudiantes de Derecho y Medicina hace setenta años. Frente a los jóvenes que se apuntan a la estética del vacío ético –los del qué más da, o aquellos para los cuales, ante opciones diversas y plurales, todo da igual–, existen también aquellos que han venido a la existencia y se han educado en una matriz de valores que no pasan y que no están sometidos a la tiranía de las modas y las mayorías. Son jóvenes que piensan así, que hacen una cosa o dejan de hacerla, porque son seguidores de Jesús y quieren vivir de acuerdo con el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia.

Esta sociedad joven no es la que tiene mejor acogida en la mayoría de los medios de comunicación. En estos medios, la mayoría de las veces, los jóvenes que aparecen, cuanto peor, mejor sirven para hacer caja y para alimentar la alienación. Cuanto más frívolos y mal hablados, mejor; si blasfeman dos veces cada vez que abren la boca, mejor todavía... Los que más ruido hacen, los más rompedores de las tradiciones y costumbres, mejor. Basta ver cuáles son los programas más vistos por los jóvenes y cómo se comportan los invitados que hacen el decorado y jalean a los que montan el circo. ¿Cómo es posible que los jóvenes, siempre tan críticos, tan exigentes de comportamientos veraces y auténticos, no se den cuenta de que les utilizan para hacer ricas a ciertas empresas y famosillos a ciertos comunicadores y periodistas mediocres?

Hoy quiero poner mi esperanza y mi confianza en los jóvenes que no se apuntan a esa estética del vacío ético. Son estudiantes y trabajadores situados en todos los ámbitos de la vida. Como los demás, se ríen y se divierten, se enamoran y se casan, trabajan y estudian, viajan y bailan, salen de copas o para estar un rato juntos... como los demás. Les acompañé alegres, solícitos y comprometidos, el pasado mes de julio, en el Encuentro Mundial de las Familias, en Valencia. Les conocí en Javier el pasado mes de agosto. Les encontré en Santo Toribio de Liébana, cuales Juan y María a los pies de la cruz, contemplando el árbol de la vida, o caminando hacia Covadonga buscando a la Madre. Les despedí al partir para las misiones de África y Centro América y del Sur, entregando su tiempo de vacaciones, su vida y sus ahorros para cuidar la vida de otros en situaciones de extrema necesidad… Son muchos más de lo que parece y proceden de las parroquias y de los nuevos movimientos eclesiales, ricamente plurales y fecundos en iniciativas, testimonios y formas de compromisos.

Son jóvenes como aquellos a quienes Monseñor Fernando Sebastián daba la bienvenida en el Encuentro de Jóvenes en Pamplona, el pasado mes de agosto: "Vuestra alegría, vuestra limpieza, vuestra cordialidad tienen que llamar la atención; vuestras palabras, vuestros testimonios tienen que hacer ver a cuantos os miran con ojos limpios que Jesús es fuente de humanidad, fuente de vida humana verdadera, reconciliada, justa y alegre". Comparto su esperanza: "Cristo va por delante de nosotros, está naciendo una Iglesia joven que es la mejor esperanza de nuestra sociedad y la más segura garantía de nuestro futuro".

(publicado en Libertad Digital, suplemento Iglesia, 13 de septiembre de 2006)

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